El diputado francés de origen chileno, Rodrigo Arenas, se encuentra en nuestro país en medio de un viaje que ha aprovechado para verificar el impacto de la explotación del litio en diferentes localidades, comprobando sus efectos en el cambio de vida de la población, especialmente en las comunidades indígenas. Fuente: Biobío Chile, 9 de septiembre de 2023.
“El hecho que yo sea que yo sea nacido en Chile y que sea diputado en Francia, provoca que tenga una doble responsabilidad sin sentirme culpable”, señala en conversación con BioBioChile el diputado Rodrigo Arenas, nacido en Valparaíso.
“Una doble responsabilidad en el sentido de que el desarrollo de Francia no se puede hacer a costa de mi familia que está acá”, agrega.
El diputado, electo por la décima circunscripción de París, se encuentra en Chile para participar en la conmemoración del 11 de septiembre, instancia en la que también ha visitado diferentes localidades para abordar las consecuencias por la explotación del litio y su impacto en los territorios ante el uso de agua dulce.
-¿Cuál es la situación en Francia a propósito de la explotación del litio?
Francia, como muchos países europeos, apostó sobre la energía eléctrica para satisfacer sus necesidades. Eso cubre evidentemente todo lo ligado al área industrial pero también las movilidades con apoyos muy importante de la parte del Estado para cambiar el auto con motor térmico, o sea, con bencina, por autos eléctricos. Pero Francia no produce litio. Tiene litio pero no lo explota.
Últimamente se implantó una mega empresa para producir batería en el norte de Francia. ¿Por qué? Porque es una empresa con capital de Taiwán que se implantó en Francia para el mercado europeo ya que Taiwán no tiene suficiente agua para producir la batería.
Una batería de auto son 1500 litros de agua, entonces esa globalización de los recursos naturales para permitir la llegada de esa energía eléctrica hace que esa relación también se establezca con América Latina. Quiere decir que el costo de la transición energética de Europa y de Francia la está pagando América Latina y en particular el triángulo Chile. Bolivia y Argentina, además de Australia.
Es el precio para la transición ecológica europea, que será a costa de los países que producen litio, que finalmente no tiene nada nuevo, como la relación que tiene por el cobre o el salitre antes, o sea, todo lo que son materias primas que finalmente se la llevan, la explotan, la transforman y el costo ecológico le queda a los países exportadores, tanto a nivel ambiental de los ecosistemas pero también con la contaminación que produce para la vida a la gente que trabaja en la explotación de la minería.
-¿Y en ese sentido, cuál es el rol que debe jugar el gobierno chileno en medio de este panorama?
Bueno, yo no tengo nada que decirle al gobierno chileno. Chile es una democracia, ellos deben saber cómo quieren desarrollarse. Pero lo que sí, yo estuve en Calama, y usted sabe que la explotación de tanto tiempo de las minas en ese sector produce cáncer, hay gente que muere de manera precoz, o sea que ese desarrollo se hace a costa de la gente.
Las minas tienen que tomar en cuenta el costo ambiental y el costo humano que eso produce. Una de las mejores medidas que se pueden tomar es que la renta que produce la minería sea a favor de los pueblos que la explotan y no a favor de los pueblos que la compran. Te estoy hablando, por ejemplo, de Francia, que no paga ese costo.
-¿Qué otros riesgos para la salud ha observado en estas localidades? ¿Qué otros efectos en los cambios de vida de la población advierte?
Bueno, yo tuve la suerte de ser invitado por pueblos originarios. Pude encontrarme en Argentina con Milagro Sala y también con los pueblos originarios que están movilizados, en particular en la región de Jujuy. Ahí te lo explican de manera muy simple, que la explotación del litio necesita tanta agua, y cómo corre bajo el agua, eso va a romper los ecosistemas de manera que probablemente al cabo de algunas decenas de años el desierto va a ser inhabitable para los seres humanos. Tampoco podrán vivir, por ejemplo, los guanacos, las llamas y las vicuñas, que son parte del ganado.
Las condiciones en las que se está haciendo la explotación del litio en este momento hace que no haya agua para la gente, quienes tendrán que comprarlo. O sea, además se transforma en un mercado. Entonces, la manera en que nosotros estamos concibiendo el desarrollo y la transición ecológica hacia el auto eléctrico es que, uno de los ejemplos, va a producir inevitablemente desplazamientos de ciudadanía desde los pueblos originarios y también una apropiación incluso violenta de sus tierras ancestrales.
Es el costo que se está haciendo. Francia se está nutriendo de la explotación de América Latina, y los gobiernos latinoamericanos de la explotación de los pueblos originarios que estaban aquí antes que llegáramos todos nosotros. En esas condiciones estamos haciendo el cambio climático.
-¿Cuáles son los pasos que se debieran bajo este escenario?
Desde mi punto de vista, el asunto de la minería y lo que significa como relación económica y social ya no es solamente un problema moral. Eso fue el caso en el siglo XX, que no se hacía por razones filosóficas, de la relación del hombre con la tierra, de los hombres entre sí, de la relación con los animales, etc. Toda esa ola filosófica, ontológica, y sociológica también se produjo en el mundo. Ahora no estamos en eso.
Hoy día, el asunto es que si seguimos viviendo con esos modos de vida, ya sea en Francia o en Chile, entonces estamos poniendo en peligro la especie humana en el planeta. Incluso estamos poniendo en riesgo otras especies vivas. Concretamente tenemos que cambiar porque no va a ser sostenible para nadie, ni para los ricos ni para los pobres, porque uno puede tener mucha plata pero si está en una región en la cual no se puede vivir, la plata no se come ni servirá de nada.
Si tú toma el caso de la contaminación que te produce enfermedades, incluso en los niños, eso tiene un costo. ¿Y ese costo adonde va? Va al hospital, va a la salud y siempre en general de todo, como cotizamos con los impuestos, al sistema de salud, al sistema de educación, eso nos integra dentro de la explotación de la minería. Siempre hay alguien que está pagando y el que está pagando finalmente, en lo que me compete son fundamentalmente los niños, porque lo que le estamos dando no es un porvenir, es un futuro en el cual no les damos las condiciones, incluso, de salvar el futuro.
-¿Francia debe ser un motor que establezca relaciones cooperativas y no de explotación?
En Francia tenemos que producir leyes a nivel del país pero también a nivel europeo. Lo que se está haciendo, poco a poco, es que las empresas no puedan tener relaciones comerciales con otros países del mundo si no se respetan los derechos humanos, pero de manera efectiva. Y también no se paga el costo ecológico que significa la explotación de los recursos naturales. Es evidentemente válido en la minería pero también es válido en otros ámbitos como la alimentación, la pesca y todo lo que finalmente nos permite entrar en relaciones.
También a nivel de la de las cosas digitales. No podemos hoy día los europeos o Estados Unidos, que son países supuestamente desarrollados, crear tecnología muy avanzada, pero que finalmente no protejan a aquellos que la utilizan. Esas son legislaciones que hay que desarrollar para impedir que el mercado se encargue finalmente de nuestra vida, porque cuando se encarga de nuestra vida, finalmente produce cosas negativas.
Hoy día se sabe que cuando un niño de hasta tres años usa un teléfono celular, le produce cambios a nivel neurológico y le causa atrasos, incluso síntomas del autismo. La pandemia enseñó que hoy día a los niños les afecta la pupila porque están demasiado conectados. Todos esos ámbitos hace que tengamos que hacer legislaciones diferentes también para ver cómo vivimos juntos. Un ejemplo muy básico: la escuela pide que los niños tengan, cada uno, sus lápices de colores. Nadie se imagina que podemos tener finalmente lápices que todos los niños compartan en la clase. Ese es el tema. Tenemos que mutualizar lo que se pueda mutualizar. Incluso la vivienda.