Científicos y pescadores están repoblando una zona costera expuesta a altos niveles de contaminación, con dos especies de algas que antiguamente abundaban en ese sector. Las algas desaparecieron del lugar formando verdaderos desiertos marinos. Su ausencia, no solo ha afectado a la biodiversidad del lugar, sino que ha privado al ecosistema marino de los servicios que entregan estas plantas para protegerse de la contaminación. Aunque los retos continúan siendo grandes, ya existen indicios que entregan esperanza a este proyecto. Fuente: Mongabay, 21 agosto 2024.
A los 15 años Elvio Lagos, ahora de 56, comenzó a dar sus primeros pasos como buzo mariscador. Se dedicaba a asistir a su padre en la captura del congrio y de mariscos en la caleta Horcón, situada a siete kilómetros del complejo industrial Quintero-Puchuncaví, una de las zonas en Chile actualmente denominadas “de sacrificio”, debido a sus altos niveles de contaminación. A los 18 años Elvio Lagos decidió ser pescador. El oficio aseguraba el dinero necesario para aportar con los gastos en su casa, porque “en esa época podíamos pescar 150 kilos de lapas, caracoles, piure y lenguado”, cuenta.
La abundancia era tal, que con sus compañeros de faena pescaba alrededor de 600 machas para comer en el trayecto que los traía de regreso al hogar. “Había muchos recursos marinos y estaba lleno de algas por todos lados”, recuerda. Pero las cosas hoy son diferentes. “Es triste ver cómo ese paisaje marino cambió. Ahora no hay algas”, dice el pescador.
Para hacer frente a esta realidad y lograr restaurar este espacio, un grupo de científicos, liderado por la Doctora en Ciencias Biológicas, Loretto Contreras, trabaja con los pescadores de la caleta Horcón. El objetivo del proyecto es co-crear una estrategia de manejo de algas pardas para repoblar el fondo marino de huiro flotador (Macrocystis pyrifera) y de huiro negro (Lessonia spicata), dos especies de algas que son clave en la salud del ecosistema marino.
Aunque los retos son grandes, ya existen indicios esperanzadores puesto que los primeros repoblamientos ya están surgiendo.
El poder de las algas
En los últimos veinte años, Chile se ha consolidado dentro de los 10 mayores productores mundiales de macroalgas, coronándose como el principal productor de Sudamérica. De estas algas marinas, que se exportan mayoritariamente como materia prima a mercados internacionales, se extrae el alginato. Se trata de geles utilizados para la producción industrial de una amplia variedad de productos que van desde pinturas, cosméticos, pasta de dientes, fijador de colores de textiles, hasta el cultivo de células madres.
Pero por sobre todo eso, las algas son cruciales para la vida pues son el hogar de muchas especies que las usan como refugio y lugar de reproducción. Además, absorben enormes cantidades de dióxido de carbono (CO2), actúan como una barrera natural que contiene la fuerza del oleaje y se ha demostrado que “son muy eficientes removiendo diferentes contaminantes del agua de mar”, asegura el investigador del Instituto Milenio en Socio-Ecología Costera (Secos), Bernardo Broitman.
Según Contreras, el valor de este capital natural se estima actualmente “en más de 13 mil millones de dólares”.
La demanda mundial, por otra parte, continúa creciendo y se espera que aumente en más del 10% durante la próxima década”, asegura Contreras.
La cifra preocupa a los científicos debido a que la sobreexplotación de este recurso ha generado amplios “desiertos” en la costa, disminuyendo de manera importante la biodiversidad y aumentando los riesgos en el borde costero. Si las algas desaparecen, “se perderá la absorción y disipación de la energía de las olas que golpean la costa, lo que mitiga la erosión del borde costero”, explica Broitman. Además, “¿Qué haríamos sin la discreta e imprescindible labor de estas especies que actúan como recolectores de desechos domiciliarios y alcantarillado?”, se pregunta el investigador.
Las características depurativas de las algas son especialmente importantes en lugares como la caleta Horcón, una zona marcada por la presencia de un complejo industrial donde opera una refinería de petróleo, centrales termoeléctricas, empresas metalúrgicas, entre otras.
Para hacer frente a estas amenazas, en 2015, Contreras junto a su equipo de científicos comenzó a investigar cómo repoblar con huiro flotador espacios que han sido deforestados y que están altamente contaminados.
Ciencia + conocimiento local
El primer proyecto que dirigió Contreras en la caleta Horcón, tuvo como protagonista al huiro flotador. Fue entonces que se realizaron los primeros acercamientos con los pescadores para proponerles co-crear un proyecto. “Fue muy importante pues los pescadores nunca habían cultivado algas en esa zona”, recuerda Contreras, quien además es la directora del Laboratorio de Ecología y Biología Molecular en Algas (Lebma) de la Universidad Andrés Bello (UNAB).
La especie se convirtió en una verdadera alga “come petróleo”, señala la experta, porque a pesar de que la zona había sido impactada por derrames de petróleo ocurridos entre el 2014 y 2016 — puntualmente en la bahía de Quintero- Puchuncaví — el proyecto de cultivo del huiro flotador “fue todo un éxito”.
Entre los resultados del estudio, se evidenció que ciertos animales empezaron a aparecer con el cultivo y, además, “las plantas crecieron hasta diez metros, a pesar de que el agua estaba contaminada. Fue todo muy impresionante”, cuenta la científica.
Luego de esos importantes resultados, y tras pasar ocho años, en 2023 la directora del Lebma regresó nuevamente a la zona, pero esta vez apoyada por un equipo de investigadores de Secos y de la empresa Bitecma. El objetivo es repoblar la caleta Horcón con dos especies de algas: el huiro flotador (Macrocystis pyrifera) y el huiro negro (Lessonia spicata).
Sin embargo, son numerosos los desafíos para lograr el cometido.
Al inicio del proyecto, los científicos pudieron establecer algunas cuestiones claves. La primera es que se requiere hacer un trabajo previo en laboratorio antes de “sembrar el mar”. Este trabajo consiste en probar diferentes técnicas de crecimiento del alga, no obstante, que funcione en el laboratorio, no asegura el mismo éxito al transferir la técnica al terreno. Esto porque, in situ, se trabaja en zonas de alta exposición a las olas, explica la científica.
La Macrocystis y la Lessonia habitan en áreas bastante oxigenadas, “donde el mar está revuelto y por lo tanto hay un problema de fuerzas mecánicas que debemos resistir en las técnicas que aplicamos”, explica el director del Centro de Investigación e Innovación para el Cambio Climático (CIICC) de la Universidad Santo Tomás, Nelson Lagos.
Además, tanto Lagos como Contreras coinciden en decir que el punto crítico de este actual proyecto tiene que ver con el material reproductivo. Las esporas, que son las células reproductoras que se dividen para formar nuevos individuos, están en muy mal estado. “Vienen mal pues están sometidas a un ambiente intervenido antropogénicamente. Es como pedirle a un árbol que está seco que dé frutos”, explica Contreras.
Por otro lado, uno de los principales obstáculos que se presenta es a nivel tecnológico. Según la experta, en el repoblamiento de algas se utilizan dispositivos sustentables que no son de plástico, además de otras herramientas, como taladros, que cuestan varios millones de pesos. A pesar de la adversidad, Contreras y el equipo de investigadores no se detiene y ya existen los primeros resultados que dan esperanza a este importante proyecto. Los pescadores están expectantes.
Un delicado trabajo de laboratorio
Cuando los investigadores llegaron a la Caleta Horcón, se reunieron con los pescadores para aunar los conocimientos científicos con los locales. Se realizaron capacitaciones a los miembros del sindicato, del cual Elvio Lagos fue presidente, para instruirlos en el conocimiento teórico sobre las dos especies utilizadas para el repoblamiento. Los pescadores, a su vez, proporcionaron sus botes y su conocimiento local para apoyar la puesta en escena del proyecto.
En forma paralela, se recolectó manualmente el tejido reproductivo de las dos especies de algas presentes en la caleta. Luego, el material fue transportado húmedo en contenedores térmicos hasta el laboratorio de cultivo de algas donde se realizan las operaciones reproductivas. “La baja temperatura en el traslado es de suma importancia para evitar que las esporas en el tejido reproductivo sean inviables”, explica Contreras.
Allí, los tejidos reproductivos, llamados soros, fueron lavados con abundante agua potable para eliminar suciedad y organismos indeseados como esporas de otras algas o invertebrados pequeños. Posteriormente, los soros fueron sometidos a un periodo de desecación en bandejas cubiertas con papel absorbente y envueltas en papel aluminio en total oscuridad.
Luego de unos cinco días, las esporas de estas dos especies comenzaron a germinar y cuando se obtuvieron los juveniles, los pescadores junto con el equipo de investigadores comenzaron la siembra en la caleta Horcón.
El repoblamiento comienza a dar resultados
Las técnicas utilizadas hasta ahora por el grupo de investigadores son la siembra en cuerda y la siembra indirecta de esporas sobre sustratos naturales.
Broitman, que participa del proyecto, explica que la primera técnica consiste en llevar hasta el fondo del mar una cuerda atada a cuatro pequeños pilares de cemento, en la cual se adhiere una malla con esporas. Con esto, dice el científico, “se pretende hacer que las algas crezcan y produzcan una gran lluvia de esporas para repoblar”.
“El objetivo es que las algas que crezcan de esas esporas alcancen un tamaño tal que se puedan reproducir y generen parches de repoblamiento”, agrega Contreras.
La segunda técnica consiste en utilizar un sustrato bio mejorado. El director del CIICC de la Universidad Santo Tomás, explica que el sustrato es la “superficie dura” de asentamiento que requieren las algas para enfrentar y desarrollar sus primeras etapas de vida. Para asegurar un sustrato que entregue las mejores condiciones para que las algas crezcan, el equipo de científicos está creando “artificialmente” esa base usando una resina orgánica que se mezcla con carbonato.
Esa materia proviene de la concha de ostión y del mejillón del sur de Chile, conocido como chorito. “Estamos usando estos dos sustratos, los que pasan por un proceso de lavado, molienda, secado y tamizado”, explica Lagos.
El proceso de ensayo y error en esta etapa es largo, pero una vez obtenida la mejor resina, Contreras traslada las esporas a ese sustrato bio mejorado para, posteriormente, llevarlas hasta el mar.
El último monitoreo, tras dos meses de repoblamiento de las siembras, arrojó que existen más de 2000 plántulas repobladas entre las dos especies. Las de Lessonia spicata tuvo un éxito de reproducción de un 60% del repoblamiento. “Tienen en promedio más de cuatro centímetros de largo y las de Macrocystis pyrifera están sobre los 40 centímetros”, comenta la directora del proyecto. El material reproductivo aún es escaso, sin embargo, ya se vislumbra “una probabilidad de éxito”, asegura.
Los pescadores de la caleta Horcón están esperanzando con los resultados del proyecto. “Es bonito ver cómo esta zona de manejo, que cuidamos tanto, se está recuperando”, dice Elvio Lagos quien espera poder ver, nuevamente, la abundancia que marcó su infancia.