Liderado por Roberto Chávez, investigador del Instituto de Ecología y Biodiversidad y de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, analizó el estado de conservación de 442 de estos ecosistemas de la Región de Antofagasta, y su relación con dos factores importantes: la entrega de derechos de agua a la minería y la variabilidad climática. Fuente: El Mostrador, 10 de abril de 2023.
Un estudio analizó 40 años de impacto de la minería y el clima en bofedales en la región de Antofagasta, según informó el Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB).
En medio de la cordillera de los Andes, de la zona altiplánica de Chile, existen verdaderos oasis capaces de almacenar y provisionar agua y que, desde tiempos remotos, han solventado a comunidades indígenas y sus prácticas ancestrales, como el pastoreo de camélidos andinos.
Se trata de los bofedales, un tipo de humedal clave para la vida en la montaña, que alberga a una gran diversidad de plantas y animales, otorgando además otra serie de beneficios, como la regulación del ciclo hídrico, el suministro de agua para consumo humano, la protección del suelo y el almacenamiento de carbono.
Amenazas
Sin embargo, la extracción de agua para actividades industriales -principalmente la gran minería del cobre- y el cambio climático, se han convertido en las mayores amenazas para estos bellos y valiosos ecosistemas en los que abundan plantas de cojín, un tipo de vegetación compacta y de bajo crecimiento que crece como si fuera un tapiz.
Para conocer el estado de conservación de los bofedales en la Región de Antofagasta, un grupo de científicos y científicas de Chile desarrolló un estudio multidisciplinario que fue publicado en la revista científica International Journal of Applied Earth Observations and Geoinformation.
El trabajo-a cargo de Roberto Chávez, investigador del Instituto de Ecología y Biodiversidad, IEB, y de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso-, analizó 442 bofedalesy los factores históricos que han contribuido a su transformación, durante casi cuatro décadas.
Método de investigación
¿Cómo se realizó esta evaluación? El equipo contó con un registro de casi 9 mil imágenes satelitales -captadas entre 1985 y 2018-, que permitieron analizar el estado de salud de estos ecosistemas, y comparar estos datos con otra información fundamental: los derechos de agua otorgados a la industria minera durante más de un siglo, y los índices de temperatura y precipitaciones.
“En esta investigación evaluamos todo el registro del satélite Landsat, el más antiguo con imágenes de Chile y con 30 metros de resolución, que tiene más de 40 años. Esta herramienta nos permitió observar de manera sistemática y cuantitativa la productividad de la vegetación. Queríamos saber si en la mayor parte de la zona donde está concentrada la minería del cobre, había efectos extremos sobre los bofedales”, explica Roberto Chávez, ingeniero forestal.
¿Por qué estudiar este territorio? El científico señala que esta zona concentra la mayor actividad minera a gran escala en Chile y América del Sur, convirtiéndola en una de las principales áreas exportadoras de cobre en el mundo. Junto a ello, el Altiplano -localizado en el margen este del Desierto de Atacama-, es un lugar altamente vulnerable al cambio climático, y en éste además se concentran asentamientos indígenas, principalmente los Likan Antai, y también algunas comunidades Quechua que poseen un gran arraigo cultural con estos ecosistemas. Dichos habitantes han desarrollado diferentes patrones de ocupación, prácticas de adaptación, relaciones socioeconómicas, y pastoreo para agricultura, siendo éstas actividades que incluyen el manejo de los bofedales.
Por estas razones, uno de los grandes objetivos del estudio es proporcionar información vital para las acciones de conservación y la toma de decisiones en políticas públicas, que consideren las dimensiones tanto sociales como ambientales.
Derechos de agua y sequía
El estudio señala que durante el siglo XIX se extrajeron grandes volúmenes de agua superficiales y subterráneas en la Provincia del Loa, tanto para actividades mineras como para el abastecimiento hídrico de las principales ciudades de esta región.
En este contexto, las y los investigadores consultaron los registros oficiales de la Dirección General de Aguas otorgados a la industria extractiva, desde 1905 hasta el año 2018, período en el cual descubrieron que el total de derechos de agua otorgados aumentó en 465 %.
“Al analizar la línea de tiempo en este primer gran estudio, pudimos ver que la mayoría de estos derechos fueron otorgados y realmente utilizados antes de los años 80´, pero lamentablemente no existen imágenes satelitales anteriores a esa década. Sin embargo, pudimos constatar que el área donde está concentrada la mayor cantidad de derechos de agua, no muestra la existencia de bofedales verdes después de 1986. Hay bofedales arriba y abajo de esa franja, lo que nos hace pensar que la extracción de agua anterior a este período pudo afectar la productividad bofedales existentes en forma previa a 1980. No obstante, necesitamos complementar esto con estudios antropológicos e históricos”, describe el investigador del IEB.
Rol del clima
¿Y qué rol juega el clima? El estudio señala que el “verdor” de los bodefales -que es un elemento indicador de su buena salud y productividad- está mayormente influenciado por la precipitación y la temperatura de la estación húmeda, que en esta zona es el verano.
“Nosotros analizamos la fenología de los bofedales medida por satélite, algo así, como los latidos del corazón o los pulsos de verdor estacionales de la vegetación. Usamos un algoritmo que nos permitió observar que desde 1985 en adelante estos ecosistemas están en relativamente buen estado. Y que hay momentos de mayor o menor verdor, pero son muy intermitentes y dinámicos, pues aparecen y desaparecen”, menciona el ingeniero forestal.
“A diferencia de Chile central, donde la megasequía golpea con mucha fuerza, hace 10 años que en el altiplano estamos en una fase de enverdecimiento y eso lo hemos podido observar en los registros satelitales. Sin embargo, debemos ser muy cuidadosos con la información y seguir analizando a estos ecosistemas tan valiosos, considerando elementos como la extracción de recursos y el cambio climático”, añade el científico.
Conservación de ecosistemas vitales
Aunque los resultados del estudio indican un buen estado de salud de los bofedales a escala regional, el investigador de la PUCV estima que es urgente seguir monitoreando y poner mayor atención a las actividades productivas de la Región de Antofagasta y su impacto sobre estos ecosistemas y comunidades humanas, especialmente en casos particulares que no se exponen tan claramente en estudios a escala regional.
En este contexto, el investigador destaca el invaluable rol de los bofedales, entre ellos, la regulación del ciclo hídrico del norte del país y las grandes ciudades: “Los bofedales capturan agua de la cordillera de Los Andes y la entregan de forma limpia y potable, funcionando como un gran reservorio que regula y filtra el agua. Son fundamentales como productores de agua de altísima calidad, no sólo para la comunidad sino también para la misma industria”.
Los bofedales también son importantes hábitats de flora y fauna nativa, incluyendo insectos, mamíferos, aves, líquenes, musgos y otras plantas.
“Además son ecosistemas con un tremendo valor socioecológico, considerando la estrecha relación que los pueblos indígenas han tenido con ellos durante miles de años. Además, los bofedales son una verdadera máquina para absorber carbono, más que muchos otros ecosistemas. Su desaparición causaría una gran re-emisión de grandes cantidades de carbono que han sido almacenadas en sus suelos durante siglos. Por todo ello debemos promover, y entregar evidencia que aporte a su conservación”.
El científico también destaca que se debe considerar con mayor cuidado el otorgamiento de derechos de agua. “El agua es un bien transable en Chile y hay mucha especulación al respecto. En este caso, los impactos de la extracción del agua sobre los bofedales podrían estar enmascarados por esta fase verde que se vive en el Altiplano en la última década”, finaliza el investigador.