Las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero alcanzarán su pico esta década, pero eso no basta para evitar la “catástrofe climática”, advierte la ONU. Fuente: El País, 14 de noviembre de 2023.
Los gobiernos riegan cada año con cientos de miles de millones de dinero público al sector de los combustibles fósiles en todo el mundo, pese a que el carbón, el petróleo y el gas son los principales responsables de la crisis climática que ha llevado al planeta a una situación de excepcionalidad. Eliminar estas ayudas es una ya histórica reivindicación en la lucha contra el cambio climático. En la declaración final de la cumbre del clima de Glasgow, celebrada a finales de 2021 en esa ciudad escocesa, los casi 200 países que participaron en esa cita (prácticamente, todos los del mundo) incluyeron un llamamiento explícito a eliminar paulatinamente las ayudas públicas ineficientes. Sin embargo, ese llamamiento de hace dos años no se ha transformado en compromisos concretos en los planes climáticos de las naciones, según revela este martes un informe del área de cambio climático de la ONU, que también alerta de que los esfuerzos para que el calentamiento se quede dentro de los límites más seguros siguen siendo insuficientes. Las emisiones de gases de efecto invernadero alcanzarán su techo antes de que acabe la década, pero no se reducirán con la velocidad e intensidad suficientes, advierte el estudio.
A dos semanas del comienzo de la cumbre anual del clima en Dubái, la COP28, este análisis de Naciones Unidas examina los planes de los 194 países que han firmado el Acuerdo de París. Cuando una nación suscribe ese pacto debe presentar un documento con las medidas que está tomando y que tomará para hacer frente al calentamiento global. La inmensa mayoría se compromete en esos planes a reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero y a impulsar las energías renovables. Pero tan solo el 4% de los planes climáticos de esos 194 países incluyen referencias directas a la eliminación gradual de las ayudas públicas a los combustibles fósiles, que son los principales responsables de las emisiones.
Ese 4%, siete países, no representan ni el 4% del total de ayudas públicas que se dan al petróleo, el gas o el carbón cada año en el mundo. El informe no cita qué naciones son las que incluyen ese compromiso. Pero lo importante no es quienes lo hacen, sino los que no. Y acabar con esas subvenciones no figura en los planes climáticos de las principales potencias emisoras de gases de efecto invernadero, es decir, China, EE UU o India. Tampoco la Unión Europea, que presentó una actualización el 16 de octubre de su plan y no incluye ninguna mención a la supresión de las subvenciones que ceban la crisis climática.
Cuantificar el monto total de estas ayudas a la producción y consumo de combustibles es complicado. En 2021 fueron a parar a este sector 732.000 millones de dólares (unos 673.830 millones de euros) de dinero público en las 82 mayores economías del mundo, según datos avalados por la OCDE, apunta el informe. Pero el FMI, en otro informe de agosto, apuntaba mucho más alto y elevaba hasta los siete billones de dólares las ayudas públicas a los combustibles fósiles en 2022. El análisis del FMI se basaba en los datos de 170 países. Además, incluye una gran cantidad de dinero público que indirectamente los expertos del FMI entienden que se lleva este sector, como, por ejemplo, los gastos sanitarios en los que incurren los Estados debido a los problemas de salud que también provocan los combustibles fósiles. En cualquier caso, ambos informes concluyen que estas ayudas son multimillonarias y, lejos de reducirse, se han incrementado notablemente desde 2020.
Acabar con ellas tendría beneficios climáticos directos. En el análisis divulgado este martes, los expertos de la ONU recuerdan que el IPCC —el panel internacional de expertos que sientan las bases sobre el conocimiento del cambio climático— ha establecido que “la eliminación de los subsidios a los combustibles fósiles conducirá a una reducción de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero de hasta el 10% para 2030, además de generar otros beneficios ambientales y financieros”.
Ruta equivocada
El informe de la ONU es uno de los documentos de trabajo más importantes para la cumbre que arranca este 30 de noviembre en Dubái porque permite fiscalizar la evolución de las medidas y promesas en la lucha contra el calentamiento global. Cada año, antes de estas cumbres, se presenta el balance con las actualizaciones de los planes nacionales que van presentando los países (en esta ocasión 20 programas se ha actualizado). Y la conclusión principal vuelve a ser la misma que en ediciones anteriores: se están produciendo avances, pero no a la velocidad e intensidad requeridas para que el calentamiento se quede dentro de los límites de seguridad fijados en el Acuerdo de París.
Las emisiones globales de gases de efecto invernadero que expulsa el ser humano en su actividad diaria y que son las culpables de la crisis climática tocarán techo esta década, “antes de 2030″, concluye el análisis de la ONU. Pero, como ha recordado este martes António Guterres, secretario general de la ONU, esto no es suficiente para “controlar la crisis climática” y evitar “lo peor de la catástrofe”.
Las emisiones globales en 2030 caerán un 2% con respecto a los niveles de 2019 si se aplican completamente los planes nacionales presentados en el marco del Acuerdo de París. Este pacto, firmado en 2015, establece como objetivo central que el aumento de la temperatura media a final de siglo se quede por debajo de los 2 grados Celsius respecto a los niveles preindustriales; y en la medida de lo posible por debajo de los 1,5 (el calentamiento ya ha alcanzado los 1,1 grados). Sin embargo, los expertos de la ONU indican en su informe que la aplicación completa de los planes nacionales actuales llevaría a un incremento de la temperatura de entre los 2,1 y 2,8 grados —en el mejor de los casos, el doble del calentamiento actual—.
El IPCC estima que, para cumplir la meta de los 1,5 grados, las emisiones mundiales deberían caer un 43% en 2030 con respecto a las de 2019 —muy lejos del 2% que contemplan los planes nacionales ahora—. Para hacer posible la meta de los 2 grados, la reducción para finales de esta década debería ser del 27%.
Pero, aunque el tiempo pasa rápidamente, esta no es una historia completamente cerrada; y los planes nacionales de recorte de emisiones se deben ir actualizando al alza. “El informe de hoy muestra que los gobiernos en su conjunto están dando pequeños pasos para evitar la crisis climática. Y muestra por qué los gobiernos deben dar pasos audaces en la COP28 de Dubái, para ponerse en marcha”, ha sostenido el secretario ejecutivo de ONU Cambio Climático, Simon Stiell. “Esto significa que la COP28 debe ser un claro punto de inflexión. Los gobiernos no solo deben ponerse de acuerdo sobre qué medidas climáticas más fuertes se tomarán, sino también comenzar a mostrar exactamente cómo llevarlas a cabo”, ha añadido.
Guterres ha ido más a lo concreto al enumerar algunas de las medidas que deben tomarse. “Los países deben aumentar significativamente la capacidad de energía renovable”, ha apuntado. Y, a la vez, tienen que “eliminar gradualmente el carbón” —en 2030 en los países de la OCDE y en 2040 para el resto de naciones—. Además, deben “eliminar gradualmente todos los combustibles fósiles” dentro de una estrategia para una “transición justa y equitativa”.
En la declaración final de Glasgow, de 2021, también se hacía un llamamiento a la reducción gradual del carbón que no cuente con tecnologías de captura y almacenaje de las emisiones. El balance de los planes nacionales expone que el 90% de los países se compromete a aumentar la presencia de energías renovables. Aunque solo un 9% de las naciones mencionan la reducción gradual de la generación de electricidad con carbón. En este caso, la buena noticia es que ese 9% de los países representa al 58% del total de la electricidad que se genera con carbón en el mundo. Esto se debe a que China, el principal consumidor mundial de carbón, sí incluye medidas explícitas para abandonar este combustible. La Unión Europea, pese a ser una de las economías mundiales con los objetivos de reducción de emisiones más ambiciosos del planeta, no menciona explícitamente el abandono del carbón en la última actualización de su plan climático.