Tras casi tres décadas ausentes este año volvieron los flamencos al Salar de Maricunga para hacer sus nidos. Estamos a 3.750 metros de altitud y en medio del Parque Nevado Tres Cruces, sitio de protección Ramsar, centro ceremonial y territorio de trashumancia de las comunidades collas. Fuente: El Ciudadano, 24 de octubre de 2023.
El avistamiento permitió reportar las unas 11 colonias de nidificación, con 500 nidos, la gran parte de ellos ya abandonados, en tanto se identificó unos 144 en proceso de incubación, según un Informe de Conaf al que El Ciudadano tuvo acceso. También fueron avistados 126 polluelos, distribuidos en 3 agrupaciones.
Los flamencos andinos hicieron sus nidos en otros salares próximos en las recientes décadas. Estuvieron en Pedernales y Piedra Parada (2018) y en Laguna del Negro Francisco (2021 y 2021), esta última localizada al interior del Parque Nevado Tres Cruces. También hay registros constantes de la presencia de Flamenco chileno en la cercana Laguna del Negro Francisco (2014, 2015, 2016, 2020, 2021 y 2022), al interior del mismo Parque Nacional. Pero al Salar de Maricunga no habían vuelto.
Un informe posterior de Conaf, hecho en marzo de 2023 tras una expedición de avistamiento, determinó que dos especies de flamencos (Chileno y Parina grande), nidificaron en el salar, contabilizándose 859 ejemplares de 3 meses de edad, cuidados por 13 flamencos adultos que hacían el papel de nodrizas. En la oportunidad también se registró a 212 flamencos chilenos adultos incubando huevos.
Según un guardaparque que trabajó por una década en dicho nicho geográfico, quien prefiere reserva de su identidad, “el último registro de modificación con éxito reproductivos fue en 1989. El Flamenco chileno en período invernal se va a la costa, en tanto que las otras dos especies no bajan de los dos mil metros sobre el nivel del mar, concentrándose en el Altiplano. Es que necesitan amplio espacio para alimentarse y profundidad en el salar para evitar depredadores y eso sólo lo dan los salares con grandes espejos de agua”.
Así, el Salar de Maricunga reúne las condiciones para la nidificación de los flamencos con sus 146 km² de superficie, alcanzando un ancho de diez kilómetros en el lado norte. A una altitud de 3.750 metros sobre el nivel del mar, cualquier paso presuroso hace que el aire escasee. Al sur el salar se estrecha, alimentando a través de un canal la laguna Santa Rosa, produciendo así dos espacios acuíferos. La laguna fue incorporada en 1996 en la lista internacional de humedales Ramsar, nombre del convenio para su preservación.
VESTIGIOS DE GRANDES LAGOS ALTIPLÁNICOS
Los salares son vestigios de épocas glaciares, cuando entre los macizos andinos y la desnuda cordillera de Claudio Gay por el norte y la Cordillera de Domeyko, que parte su espinazo al sur, habían grandes lagos. La primera emerge en el centro de la cordillera de los Andes a la altura de Chañaral, entre los salares de Pedernales al norte y Maricunga por el sur. En tanto que la Cordillera de Domeyko es una cadena montañosa con más de 250 millones de años, es decir más antigua que la Cordillera de los Andes, la que recorre en forma paralela de norte a sur unos 600 kms.
De esos tiempos, secándose año tras año, y así por siglos y por milenios, se han ido sedimentando al fondo de lo que fueron esos inmensos lagos, una sal calcárea que por debajo aún alberga un agua tan cristalina como gélida, que en algunas partes del Salar de Maricunga adquiere un color turquesa.
La bióloga y Doctora en Ciencias, Cristina Dorador, quien se ha especializado en la ecología microbiana de los salares altiplanos, comentó a El Ciudadano que estos son ecosistemas acuáticos. “En el pasado fueron lagos, los que se han ido secando en el tiempo geológico, ya que se ha ido evaporando el agua en mayor cantidad de lo que ingresa al sistema. Esto hace que sean muy frágiles y frente a perturbaciones o cambios ambientales, los salares tengan también respuestas o cambios considerables”.
Luciano Travella, geólogo de la Universidad de Atacama (UDA) comentó con El Ciudadano, que la conformación del acuífero fue producto de las sales que dejaron grandes lagos cordilleranos que ocuparon la cuenca desértica que rodea el Salar de Maricunga. “Consideremos que son cordilleras que no tienen salida al mar -comenta Travella-, como los Andes. Esto permitió el surgimiento de lo que es una franja de salares que se puede observar en el mapa desde el norte hacia el sur”.
Luego ocurrió, según relata el geólogo, la era glaciar, que dominó entre los 100 mil años y 12 mil años atrás, “lo que permitió conformar entre la cordillera de los Andes y Domeyko, a gran altitud el Salar de Maricunga, producto de la evaporación de lagos cordilleranos, los que fueron dejando las sales minerales acumuladas”.
Dorador destaca que como son cuencas aisladas unas de otras, han generado una biodiversidad endémica, o sea, única y adaptada a las condiciones ambientales extremas, como lo es estar a más de tres mil metros sobre el nivel del mar, en la zona altiplánica. “No hay un salar igual a otro, cada uno tiene su particularidad -comenta la investigadora-, son cuencas cerradas donde hay afluentes de agua, ya sean ríos, arroyos o aguas subterráneas que vienen de los Andes; y por derretimiento de nieve. Cuando llega el agua a esa zona cordillerana hay un bofedal, que son plantas acuáticas u otras estructuras vegetacionales. Después se forma una laguna, de distinta salinidad, muchas veces hipersalina. En dirección opuesta del afluente se empiezan a concentrar las sales, formando así la costra del salar”.
De esta forma, explica Dorador, durante los últimos siglos la radiación, más intensa que el agua que entra al sistema, ha ido secando las lagunas, cuyos sedimentos se han ido depositando, constituyendo así los salares.
La bióloga destaca que el Salar de Maricunga es el último del Altiplano, acabando dicho espacio geográfico en estas latitudes y dando paso a los valles transversales. “Es una ruptura biogeográfica que modifica radicalmente el paisaje, lo que permite albergar lagunas como la del Negro Francisco en las que hay una altísima biodiversidad, producida al estar aislada, lo que ha permitido un alto endemismo”-comentó.
Pese al interés científico, es poco lo que se conoce respecto del Salar de Maricunga. Una de las primeras aproximaciones fue el estudio Informe de la Misión de Estudio de las Posibilidades de Chile en Minerales Potásicos. Corporación de Fomento de la Producción’, publicado por CORFO en 1970. Confeccionado por E. Gannat y M. Schlund, recogieron muestras del salar que describieron como sal de gema pura y blanca de costra salina fina, localizada principalmente en la zona norte del salar, distinguiendo una sal dura y compacta proveniente del campo de bloques debajo de la costra salina, además de arcilla, rica en sales de yeso y boratos.
Los investigadores detectaron en las sales la presencia de halita, yeso, potasio, borato potásico, glauberita y otros minerales. La ausencia del litio en el informe da cuenta de que para la época no había mayor interés en su explotación comercial. Los combustibles fósiles eran la sangre del desarrollo industrial. Una estimación posterior de las cualidades del salar fue realizada en 1999, en el marco de un Mapa Hidrogeológico de la Cuenca Salar de Maricunga, realizado por el Servicio Nacional de Geología y Minería (Sernageomin).
TERRITORIO DE GUANACOS
El Parque Nevado Tres Cruces alberga unos siete humedales, como el nutrido por los ríos Lamas y Astaburuaga; la Quebrada de Villalobos y La Gallina. Entre agosto y mayo, el parque es inaccesible debido a que la nieve corta los caminos y el aguas se congela. El más extenso es el Valle de Paipote, que se alarga al oeste del Salar de Maricunga, cuyos pequeños cauces son alimentados por la nieve que cae de la Cordillera de Domeyko.
En los salares en particular aparece una fauna principalmente de microorganismos, los que son claves para el funcionamiento de todo el ecosistema. Tras años investigándolos y sobre las formas en que trasfieren sustancias nutritivas entre diferentes especies, Dorador comenta que estos organismos microscópicos están en todas las condiciones, ya sea en agua, en sedimentos e, incluso, dentro de las rocas de sal. “Nosotros hemos detectado que existen comunidades microbianas que viven en las salmueras de evaporación de litio, es decir, en un sistema hecho por el ser humano”- relata.
Dorador destaca que estas “relaciones tróficas están dominadas por quimiolitótrofos, osea, metabolismos inorgánicos que son claves para la cadena nutritiva de organismos más complejos, ya sean protistas, hongos o microcrustáceos, los que a su vez son alimentos de otros animales más grandes, como los flamencos, aves o reptiles. Es decir, todo está íntimamente relacionado y cualquier modificación en la base trófica tiene efectos”.
Lo interesante de los quimiolitótrofos que describe Dorador, es que su nombre agrupa un conjunto de organismos que usan sustratos inorgánicos de origen mineral como fuentes de energía, capacidad de procesamiento que no tienen las especies animales de mayor tamaño.
Entre los mamíferos, en los alrededores del salar viven grupos de guanacos y vicuñas. También merodean vizcachas y chinchillas, las que, según cuenta el guardaparque, se creía extinta para esta zona, pero fueron vueltas a ser vistas a través de cámaras trampa. También son parte de la fauna pumas, zorros y gatos andinos. Respecto de esta última especie, hace décadas que no se divisan aunque su presencia ha sido determinada a partir de sus huellas.
Comparten el hábitat dos tipos de lagartijas (Liolaemus rosenmanni y Liolaemus patriciaiturrae) y aves como la guayata, también conocido como ganso andino; y el pato juarjal y la tagua cornuda, parecida a la gallina y que en humedales acostumbra a establecer sus nidos en plantas acuáticas.
Los bofedales albergan diferentes especies de flora, como la cortadera, el Pako macho (Oxychloe andina) y Zameioscirpus atacamensis, las que pueden soportar nevazones durante la época invernal y resistir temperaturas hasta de 10 grados bajo cero. En las vegas, en tanto, abundan plantas del género Deyeuxia, conocidas también como vegas acojinadas.
Grupo de cortaderas en el Valle de Paipote. Se puede apreciar la importancia del agua en la mantención de estos nichos ecológicos en medio de la cordillera más árida del país.
En el Salar de Maricunga también aparecen algunas variedades de flamencos. Según la experiencia del guardaparque, estos migran en invierno y vuelven para hacer la nidificación a partir de agosto. “Entre septiembre y enero tienen distintos ciclos reproductivos, los que se pueden seguir viendo como hacen el cortejo, la cópula y la construcción del nido”- nos cuenta.
Según ha observado, los flamencos “prefieren colocar los sitios de nidificación en los espejos más grandes de agua dentro de los humedales, evitando así los depredadores, como pumas, zorros y gatos.
El Salar de Atacama es el único en donde se han realizado estudios recientes sobre la relación entre la minería del litio y las poblaciones de flamencos. Dorador cuenta que el año pasado publicó junto a otros investigadores, los resultados de un análisis de población de flamencos en el Salar de Atacama, realizados a través de mapas satelitales. Las conclusiones dan cuenta que “los salares ha disminuido un 30 por ciento de superficie, lo que podemos asociar al cambio climático. El efecto de esto en los flamencos del Salar de Atacama es notorio, disminuyendo en 11% en última década. En esto también influyen otros actores que producen cambios en el salar”.
LA COMUNIDAD COLLA PAI`OTE
Bajo el salar en dirección al oriente se extiende la Quebrada de Paipote, la que alberga la comunidad del mismo nombre, pero en colla, por lo que suena Pai’ote. Está integrada por unas 60 familias, las que habitan en invierno los valles que se forman entre las serpenteantes montañas. La dirigente, Ercilia Araya, nos recibió en la visita que El Ciudadano hizo a la quebrada y el salar. Alrededores de su casa crían ovejas, chivas, ovejas, alpacas y llamas, animales que entre noviembre y enero de cada año, son llevados hacia las vegas. Se trata de un proceso de trashumancia que, según nos cuenta Gilberto Pastén Quispe, también miembro de la comunidad, repite las rutas señaladas por sus antepasados.
Costó a la comunidad de Pai’ote ser reconocidos por el Estado como pueblo indígena. Sus primeras formas de organización fueron el Sindicato de Leñadores San Andrés, creado en 1947, y que agrupaba a los habitantes de las quebradas al oriente de Copiapó. Araya cuenta que estaba “conformado por quienes cortaban leña, eran indígenas, crianceros y pequeños mineros, para tener representación ante el Estado de Chile”.
Durante toda la primera mitad del siglo XX, la región era de profunda efervescencia social, con la llegada de vastos contingentes de población provenientes de las salitreras, lo que unido a la histórica tradición pirquinera de poblados como Tierra Amarilla, empujaban diferentes formas de organización en torno del trabajo. El sindicato funcionó hasta 1974, cuando se sintieron los coletazos del golpe de Estado.
Conocedores de las serranías andinas, miembros de la comunidad colla fueron los baqueanos de las redes para sacar perseguidos de la dictadura hacia Argentina. Sin embargo, las autoridades militares no tardaron en enterarse y fueron por ellos. “Nuestras familias en el territorio fueron reprimidas -cuenta Araya-, nos cortaron el tema de los territorios, la posibilidad de usar nuestro espacio, no nos dejaban subir al alto andino, dejándonos apenas usar la precordillera. Todo lo demás estaba resguardado por los militares y también carabineros”.
En ese contexto de acoso, en febrero de 1974, se suicidan las hermanas Luciana, Justa y Lucia Quispe, cuyos cuerpos aparecieron en el sector de La Tola.
La familia de Ercilia Araya está próxima a iniciar su veranada. En las próximas semanas iniciarán la trayectoria llevando gran parte de sus animales hacia la Quebrada de San Miguel, trayecto en que tardarán dos días. Pastarán en el sector Las Lagunas, en donde los animales quedarán durante un mes, para luego ser trasladados hacia la quebrada del río Jorquera, trayectoria que demorará otra jornada más. En el traslado, que aprendieron de sus ancestros, pasan por la Laguna Santa Rosa y contornean el Salar de Maricunga.
A mediados del verano, deshacen el mismo camino para volver con los animales al espacio de la invernada. Así todos los años, a menos que llueva quebrada abajo y florezca el desierto, cuando se van quebrada abajo, amplificando así sus espacios de pastoreo, un trayecto que les puede demorar por lo menos dos semanas.
Acompañamos a Ercilia Araya a visitar el salar, quien va junto a su nieta. Al llegar a la parte norte del salar, nos detenemos frente a un cerro perfectamente triangular, tal vez el más pequeño de los farellones cordilleranos que nos circundan. Es la Huaca Chica, un espacio ceremonial de los collas surcado por un sendero que conduce a su pináculo. Un viento intenso no da tregua. “Es un Huaca único. Al frente tenemos el volcán de Copiapó mirando del norte al sur; a la izquierda tenemos el nevados Tres Cruces y más al fondo el volcán Ojos del Salado; y a la derecha el cerro Maricunga”- comenta Araya.
A lo lejos se divisa una manada de guanacos. Se distinguen de las vicuñas, nos cuenta la nieta de Ercilia, porque los guanacos la cabeza es oscura. Los auquénidos se han refugiado en la montaña del avance de las mineras cerros arriba, pudiéndose encontrar manadas de guanacos y vicuñas en los alrededores del salar.
LA FIEBRE DEL LITIO LLEGA A LAS ALTURAS
La expansión de la minería del oro por los valles cordilleranos de Atacama y la fiebre del litio que ansia explotar con premura los salares están ejerciendo cada vez mayor presión sobre dicho territorio. En un seminario sobre pueblos indígenas y litio, realizado a comienzos de octubre en la Universidad de Atacama, el docente y doctor en Ciencias de la Ingeniería, Jonathan Castillo, comentó que en cada exploración realizada en el Salar de Maricunga se han encontrado tentadoras proporciones de litio.
El apetito por el litio contempla la explotación de la parte norte del salar, la que a diferencia de la Laguna Santa Rosa, no está resguardada dentro del Parque Nacional Nevado Tres Cruces, nicho ecológico que ya tiene muy cerca una faena minera de envergadura, la extracción de oro de la Mina La Coipa, proyectándose otros dos yacimientos por explotar. En tanto el Salar de Maricunga es disputado por el proyecto Simco, del empresario Francisco Javier Errázuriz, cuyo proyecto de extracción de litio fue paralizado en 2018 al no contar con consulta indígena; y el proyecto Salar Blanco, cuya futura adquisición por Codelco a la australiana Lithium Power International fue anunciado recientemente por la estatal, pese a que esta se encuentra en juicio por comunidades afectadas por el proyecto.
Para el geólogo Travella, «la extracción de salmuera puede afectar tanto la cuenca como los niveles freáticos de estos frágiles ecosistemas. Y se trata de espacios respecto de los cuales falta mucho por investigar”.
A juicio del guardaparque, quien ha estado observando el salar desde hace ya una década, “cualquier tipo de extracción de salmuera implica una intervención en el salar. Es un fenómeno de dinámica de fluidos: si saco agua de un sector, influirá en otras partes del sector. Las faenas proyectadas van a bajar el nivel freático y eso implica que bajará el nivel de aguas en la cuenca”.
“El mundo y el país están entrando en crisis con el cambio climático y no sé por qué siguen subiendo para explotar la cordillera”- plantea Ercilia Araya.
Vicuñas y guanacos, en tanto, se mantienen en las altitudes al verse reducidos sus espacios por la presencia de mineras. El guanaco tiene un significado especial en la cosmovisión colla. Araya nos cuenta que el guanaco blanco es el protector no sólo de guanacos, sino también de las vicuñas, alpacas y llamas. “El guanaco aunque no sea de gran tamaño, hace todo lo que pueda por defender a su manada. Siempre están los guanacos allá arriba, no están solos”-nos recuerda.
Mauricio Becerra R.
El Ciudadano